domingo, 30 de enero de 2011

ALMANEGRA O LA HIJA DEL BANDIDO V


Como relaté en una entrada anterior, aquella noche de enero de 1764, en el palaciego caserón de Trabuco se dieron cita, de forma casual, no sólo el Gobernador sino también su sobrino político y el propio Don Jerónimo.
Por la secuencia de los hechos he de entender que, en aquella oportunidad, Trabuco y Pintos no hablaron.
Se supone que primero debió llegar Pinto, dispuesto a conversar con Don Jerónimo por el tema del himeneo con su hija Magdalena. El precipitado arribo de Almanegra, bajo las ropas del Conde de Fuenteclara, obligaron a retirarse al Capitán español ante el suplicante llanto de Doña Magdalena.
No nos consta, pero es una idea plausible.
La vieja copla nos narra que, esa noche, la joven habló con su padre sobre el mozo que a su ventana entonaba tonadas.
Trabuco se mostró sumamente interesado en conocer al pretendiente.
Sin embargo, se estremeció al enterarse que el Joaquín Pintos y Quinteros era quien cortejaba a su amada hija.
Don Jerónimo sabía que, por lo menos en la teoría, el Capitán iba tras sus pasos, habiéndo asesinado él y sus hombres a varios soldados del regimiento.
A esta altura de los acontecimientos ¿Conocía Magdalena la doble vida del padre? La respuesta que se impone es claramente negativa.
Magdalena nunca conoció a su madre. Había crecido al cuidado de dos esclavas negras, mientras Jerónimo Trabuco se deslizaba por los pasajes subterráneos de la casa como el temido Almanegra. Siempre estuvo al margen de la doble identidad de su progenitor.
Esa noche, mientras Don Jerónimo pensaba en los nuevos hechos, irrumpió en la gran sala, el capitán Domingo Palomares. Había escuchado en uno de los patios contiguos rumor de armas y una funesta conversación entre algunos hombres de Almanegra.
Jerónimo Trabuco actuó con rapidez.
Sin dudar, hizo que despertaran al Gobernador y a su sobrina, adviertiendo que los hombres del forajido Almanegra se había deslizado en la casona.
LLamó a Fernando, su ujier, dando la voz de alarma. El ujier no era otro que su brazo derecho en la organización de la banda.
Lo señalado representa un dato fundamental. Cuando se formó el proceso contra los quince forajidos que integraban el grupo de Almanegra, se precisó que los mismos trabajaban a las órdenes de Don Jerónimo Trabuco cumpliendo funciones diversas en sus posesiones.
Palomares, Trabuco, Fernando y un grupo de criados armados, marcharon tras los pasos de las huestes de Almanegra.
Una Magdalena perturbada intentó sosegar al padre, pero era necesario que Don Jerónimo pusiera a salvo su identidad y la de su gente, fundamentalmente que Magdalena no conociera el terrible secreto que él guardaba.
Durante buena parte de la noche dieron vueltas en círculo buscando con denuedo al bandolero de los Montes Grandes.
Don Jerónimo se alegraba del hecho. Había alejado sospechas y el peligro se ser atrapado.
Por la mañana, con los primeros rayos del alba la comitiva del Gobernador retomó el camino hacia Buenos Aires. Habían localizado al grupo de blandengues que conformaba la escolta.
Don Pedro de Cevallos reiteró la invitación a Magdalena y a Don Jerónimo de concurrir, el 20 de enero, al gran baile en la Fortaleza de Don Juan Baltasar de Austria, a fin de celebrar el natalicio del monarca.
Trabuco asintió y prometió estar allí con su hija.

No hay comentarios:

Publicar un comentario