sábado, 29 de enero de 2011

ALMANEGRA O LA HIJA DEL BANDIDO III


Existe documentación acrediatando que, para comienzos de 1762, el capitán del Regimiento del Fijo, Joaquín Pintos y Quinteros, fue enviado al frente de treinta soldados con la misión de combatir a las huestes del cacique Guanalén.
La persecución del jefe indio llevó su tiempo.
Luego de varias escaramuzas de resultado incierto, las tropas de Pintos pudieron imponerse claramente cerca del paraje de Fraile Muerto (lo que es la actual ciudad de Bell Ville, en Córdoba, Argentina).
Al parecer, dicho capitán -sobrino político del propio Gobernador Cevallos- en marcha hacia su destino, conoció a Magdalena Trabuco. Se dice que salvó a la hija de Don Jerónimo de ser atacada por un tigre, que el río había llevado aguas abajo.
El acto de arrojo parece haber encendido la hoguera de la pasión entre ambos.
El hecho es que el capitán Pintos permaneció dos meses en el pueblo de Las Conchas, solicitando refuerzos a su tío para emprender la lucha contra Guanalén. Mientras estos le eran enviados, las noches siempre las pasaba entonando coplas y canciones con su guitarra en las ventanas del caserón de Don Jerónimo.
Cuando los refuerzos llegaron (una carreta con vituallas y quince soldados de su regimiento), partió en una misión que lo tuvo entretenido en las serranías cordobesas.
Luego de haber derrotado al cacique, Pintos volvió presuro a Las Conchas. Allí estaba cuando se enteró que el propio Don Pedro, había salido rumbo a Santa Fe a constatar las defensas de la ciudad ante un probable ataque indígena.
Como Don Joaquín no tenía interés en marchar nuevamente a la luchar contra los indios ni regresar a Buenos Aires, con su tropa salió a recorrer la campiña en busca del bandido Almanegra. Obviamente no lo encontró y si bien se limitó a tomar medidas mínimas, ello no fue obice para que le mataran a tres de sus soldados.
Cuando estaba entretenido en amoríos con Doña Magdalena, recibió una carta del Gobernador conminandolo a regresar con toda la tropa a Buenos Aires. Al problema indio, se sumaba la existencia de naves portuguesas surtas en Río de la Plata, lo que suponía un posible intento de ocupación de Colonia del Sacramento, recuperada poco tiempo atrás por el mismo Pedro de Cevallos.
La tradición oral, recogida por algunos autores, cuenta que la noche en la que Cevallos, su sobrina María Luisa y el capitán Palomares, descansaban en la gran casona de Don Jerónimo Trabuco, la llorosa voz del capitán Pintos volvió a escucharse nuevamente.
Conminado a regresar a Buenos Aires, volvía a los brazos de Doña Magdalena, ahora a solicitarla en matrimonio.

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