lunes, 1 de febrero de 2010

NUEVAMENTE


¡Por favor, cuanto calor!
Buenos Aires es un horno.
La city porteña estaba insoportable.
Almorcé en Sorrento con Bea.
Llegar hasta el lugar, desde Avenida de Mayo, fue auténticamente un vía crucis.
Me alegraron mucho sus novedades. Es una mujer fantástica. La semana pasada comenzó a trabajar en un importantísimo estudio financiero contable de la ciudad. Es muy capaz. “Son un poco fríos” -me advirtió- a lo que yo le respondí que los trabajos no deben ser un jolgorio. Lamento que, en ocasiones, tenga ideas negras, retorcidas, que le quitan brillo a su inteligencia plena. Pienso que el trabajo le hará muy bien.
Espero poder escribir más seguido en mi bitácora. Ayer, mi hija Claudia, me recordaba que tan olvidada tenía mi pasión por la escritura. Sacó de una carpeta un cuento escrito por mí hace varios años atrás. Me pidió que lo releyera. La verdad que había enterrado la historia de “La Restauradora”. Le hice numerosas correcciones. Había cosas que no me terminaban de gustar. Recordó que el cuento lo llevó a la clase de literatura en el secundario y que la profesora, una tal Susana Parrondo, lo había ponderado. Tal vez, lo amplíe y quizá –algún día- lo exhiba en el blog. No lo se.
Mientras mateábamos, Claudia me mostró un cuento suyo. Lo escribió para Fin de Año. Me sorprendió gratamente su prosa, su estilo fresco, sus ideas chispeantes. La historia de una estudiante ficticia en cierto colegio de la Capital, a cual los docentes califican y hacen egresar como bachiller, ante el estupor de todo un curso de alumnas de carne y hueso y en la que no faltan situaciones desopilantes, me pareció ocurrente. Vaya uno a saber si ello no pasó alguna vez. Luego de unos pocos consejos en torno al uso del vocabulario, la insté a presentarla en los concursos que organiza la Biblioteca pública de nuestro barrio.
Mientras escribo estas líneas, Claudia me llamó desde lo de Samantha. En 2010 cumplirá 21 años. No la trato como a la “nena de papá”. No me gusta eso. Ella tampoco lo permitiría. Pero estoy orgulloso de mi hija. Vivo con Claudia desde que tenía 4 años y me he ocupado de su educación. Hubo momentos difíciles, claro, pero pudieron sobrellevarse sin problema.
Me pidió nuestra casa para hacer una fiesta el próximo fin de semana. Obviamente que acepté. Si bien no me considero un veterano, en esa festichola sobro. Veré qué planifico…
En este post voy a subir una foto de mi hija. Está con una amiga y es de finales de octubre de 2009. Claudia es la morocha, que tiene el saco fuxia enlazado.
Hoy dejo aquí. Hasta pronto, como siempre.
Eduardo.

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