sábado, 13 de febrero de 2010

EL LEGISLADOR DEL SIGLO


Días pasados Claudia me pidió acompañarla a la Casa Museo de Alfredo L. Palacios.
Yo había estado en ella hacía poco tiempo, durante la llamada Noche de los Museos que organiza todos los años el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Buscamos los datos en Internet y arreglamos una visita para hoy.
Nos atendió la secretaria de la Fundación Palacios.
Muy amable y cálida, nos permitió recorrer la casona.
Si bien se han producido cambios (ej. el jardín, la cocina, el baño), se encuentra como en los tiempos del tribuno socialista, quien vivió en ella desde 1890 hasta 1965, año de su muerte.
Allí está la imponente biblioteca con sus cerca de 20.000 volúmenes. Una tercera parte se encuentran subrayados y con anotaciones que les hiciera el propio Palacios.
Hay numerosas fotos. A Claudia le llamó la atención una en particular; aquella donde puede verse a Palacios junto al futuro presidente de Chile, Salvador Allende.
En las paredes también existen los títulos de Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires; de Profesor Honoris Causa de diversas universidades extranjeras y de otras instituciones.
Se mantiene intacto su escritorio y la maciza mesa del salón biblioteca.
En el piso superior está el dormitorio, con una vieja cama de hierro y una roída manta que perteneció al líder socialista.
Todo una gran pobreza, una gran austeridad. Nada de lujos. Sólo sencillez.
Vimos la carta donde Palacios, en 1956, pide devolver a la Cancillería el total de sus sueldos de embajador, unos US$ 15.739 y de los cual no había dispuesto ni un dólar, por cuanto era una cantidad excesiva para un hombre de tan pocas necesidades materiales como él.
El viejo caserón de la calle Charcas nunca le perteneció. En varias ocasiones estuvieron a punto de rematarlo. Alguien, en una oportunidad, le propuso una suscripción pública para adquirirla y así luego regalársela. Palacios se opuso terminantemente. Sin embargo, en una ocasión el remate avanzó, y su comprador, el escribano Romanelli se lo quiso obsequiar. Palacios rechazó el regalo, entonces, Romanelli se negó a cobrarle alquiler.
Cuando murió y se constituyó la Fundación que lleva su nombre, la entidad inició las gestiones para adquirirla.
Salimos de la casa.
Me situé en la vereda de enfrente y lamenté el estado del lugar.
Pienso que la Casa Museo podría estar mejor. Hay cosas que pueden y deben solucionarse. Un vidrio roto de las ventanas superiores. Un importante golpe cerca de la puerta de entrada. Otros detalles del interior que no enumeraré….
Se trata de un sitio de interés histórico, que debe ser preservado para las generaciones presentes y futuras. No puede tenerse tal desaprensión por nuestro pasado. Pareciera que sólo quiere mirarse una parte de nuestra historia. Que lo que sea de otro color no debe tenerse en cuenta. Que ésto o aquello ha sido así y no de otro modo.
“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños” dijo Cicerón.
Alfredo Lorenzo Palacios no sólo fue el primer diputado socialista de América, marca que indeleblemente lo siguió durante toda su vida política. Fue un destacado jurista, orador, intelectual, docente universitario, legislador y por sobre todo un inclaudicable luchador de la libertad, de los derechos del hombre, de la democracia y el socialismo, por más de sesenta años en la vida de nuestro país.
En la defensa de sus ideales sufrió la prisión y el exilio.
Fue el iniciador de la legislación social en la Argentina, al promover la sanción de la ley de descanso dominical en 1905, abriendo así camino a lo que él denominó como “nuevo derecho”, circunstancia ignorada por buena parte de nuestra ciudadanía actual.
Austero, incorruptible, fue un ejemplo que ningún político de estos días ha intentado imitar.
Pintoresco, con su inconfundible bigote, vestía -en invierno- su invariable traje, moño y chambergo negros, que matizaba con un poncho de vicuña. El traje blanco y el panamá estaban reservados para el verano.
Desde el lejano Tribunal de la Historia y a 34 años de su muerte -en 1999-, el viejo hidalgo tuvo aún la oportunidad de ganar un nuevo combate. Al concluir el último periodo legislativo del pasado siglo, un nutrido grupo de legisladores, historiadores, politólogos e intelectuales lo proclamaron por amplísima mayoría como El Legislador del Siglo, rindiéndose en el Parlamento Nacional un importante homenaje en su memoria.
No hay un monumento en su honor, a pesar de estar aprobado su emplazamiento. Sin embargo, hay bibliotecas, escuelas, pasillos, calles, sitios en Internet que lo recuerdan. Tal vez este valladar humilde ponga freno esa maldita propensión que tenemos los argentinos de olvidar; de mirar para otro lado; de taparnos los ojos; de querer ser infinitamente niños y sea, al fin y al cabo, un instrumento que nos impulse a saber lo que pasó para entender lo que nos pasa.
Hasta pronto, como siempre.

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