martes, 25 de mayo de 2010

200 AÑOS


Hola mis amigos/as
En Argentina hoy celebramos el bicentenario de nuestro primer gobierno patrio, la denominada «Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII».
En aquella jornada del 25 de mayo de 1810, los patriotas depusieron a las autoridades coloniales y crearon una junta de gobierno similar a las que se habían instituido en la Península, desconociendo la autoridad del rey José Bonaparte, “Pepe Botella”, nombrado monarca español por su hermano Napoleón.
La Junta de Mayo no representó un quiebre del orden legal preexistente. Por el contrario procuró ser la continuidad de la soberanía del rey Fernando VII, prisionero de Bonaparte.
Los argumentos jurídicos que la sustentaron fueron la teoría de la retroversión de la soberanía del pueblo del teólogo Francisco Suárez y expuesta por Juan José Castelli en el Cabildo Abierto del día 22 de mayo y la teoría de la “negotiorum gestio” cuya defensa estuvo a cargo de Juan José Paso que sostenía, básicamente, el derecho de los pueblos a conferir la autoridad o mando en ausencia del monarca, valiéndose para ello de la figura de la “gestión de negocios”.
La verdad que podría escribir muchísimo sobre estos 200 años de la historia de mi país.
Sólo me voy a limitar a unas breves reflexiones.
En este Bicentenario de la Revolución de Mayo estuvieron "ausentes" los protagonistas del primer gobierno patrio.
Nadie los recordó. Ni se indagó sobre ellos. A excepción de Manuel Belgrano y Mariano Moreno, los demás han sido condenados a un inexplicable olvido.
Pesa sobre esos nueve integrantes una suerte de condena misteriosa.
En vida tampoco tuvieron reconocimiento público y dejaron de existir en la pobreza tras haber invertido su patrimonio en la epopeya emancipadora.
Por otro lado, esta mañana escuché por radio una entrevista a Mauricio Macri, el jefe de Gobierno de la Ciudad que aspira a manejar los destinos del país en 2011.
Habló de las loas del Centenario, es decir, de la Argentina de 1910, como un país que brindaba oportunidades a todos y abría la puerta a la inmigración.
Lo que no dice Macri es que la Argentina de 1910 era sectaria y que tal igualdad de oportunidades era ficticia.
En 1910, una casta de familias tradicionales se beneficiaban de la renta que producía el modelo agro exportador, pidiendo a gritos ser una joya más de la Corona Británica. Eso se oculta.
Macri no dice que la Argentina de 1910 era profundamente injusta en lo social y políticamente excluyente.
Que era socialmente injusta es una verdad de perogrullo. Basta recordar la duración de la jornada laboral, el trabajo de las mujeres, los salarios de hambre, las represiones al movimiento obrero.
Era excluyente en lo político toda vez que no existía el voto secreto y obligatorio. La única voz socialista existente en un parlamento americano fue la de Alfredo L. Palacios entre 1904 y 1908, acallada luego por una reforma electoral que le impidió acceder a un nuevo periodo legislativo.
No debe olvidarse tampoco la denominada Ley de Residencia, sancionada a petición de la Unión Industrial Argentina, y la Ley 7029 de Defensa Nacional, destinadas ambas a reprimir al movimiento obrero, deportando a trabajadores extranjeros identificados con el socialismo y el anarquismo.
La Argentina de 2010 sigue siendo profundamente injusta, es miope, tiene resabios autoritarios, es torpe, pero a todas luces es mejor que la de 1910.
Por eso el discurso de quienes, como Macri, hablan de la Argentina del Centenario como el símbolo de un pasado mejor es hipócrita.
Lo es en un doble sentido. Por un lado ocultan la realidad histórica del país. Por el otro, procuran disimular la solidez intelectual de quienes -con sus concepciones particulares- vivieron en aquella época, muy distinta de la mediocridad y pobreza cultural de la dirigencia que hoy gobierna el país y de los que pretenden gobernarlo en el futuro.
Hasta pronto, como siempre y Felíz Día de la Patria.

1 comentario:

  1. Felicidades en este día tan importante para vosotros.

    Saludos blasianos desde España.
    De todo corazón, Blas

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