martes, 9 de julio de 2013

EL ÚLTIMO BANDEIRANTE. 2da JORNADA: EL GRITO EN LA NOCHE



Albegaria y Figarelho pasan la noche en la espesura del monte. Con artes aprendidas en la bandeira de Lopes de Sequeira, han capturado dos caballos que pastaban en el lugar. Los dos hombres se hallan sentados junto al fuego. Albegaria se muestra ansioso por llegar a la Colonia. Figarelho, torpe y voraz, devora la pechuga del  pato que cazaran para la cena. Únicamente se escucha el canto rechinante de los grillos y las cigarras.
Súbitamente un sollozo rompe el silencio nocturno.
Diego rápidamente apaga el fuego. Pueden ser los aguerridos charrúas merodeando por el lugar. En el apuro, el criado se ha atragantado con la comida y tose. Albegaria hace un suplicante ademán de silencio. Nuevamente retumba el grito. Figarelho se persigna y recuerda que esos baladros son propios de la Santa Compaña o peregrinación de las ánimas en pena. Lo sabe bien porque la ha visto en su Mirandela natal y hasta en el mismo Sao Paulo.
Otra vez el llanto brutal resuena. Don Diego, impávido, cree que es momento de averiguar qué sucede en la obscura floresta.
Mientras invoca la protección de San Moisés, el aterrado Figarelho sigue de cerca al bandeirante. Ambos, con extremo sigilo, se deslizan por el bosque. Preciso es descubrir el origen de aquellos alaridos que estremencen la noche.
Caminan un rato y en un claro próximo, advierten un fuego y más allá tres bandeirantes con un grupo de indios esclavizados. El grito desgarrador proviene de uno de los cautivos a quién sus apresadores están azotando.
Se requiere actuar con celeridad. Si Figarelho logra atraer al grupo, Albegaria liberará a los indios y luego irá en su ayuda.
El criado agita unos arbustos y dos bandeirantes resuelven investigar. Don Diego se desliza por uno de los flancos del campamento. Furtivamente, se escurre hasta los cautivos y, cuando se apresta a cortar los tientos de cuero que los oprimen, es descubierto por el esclavista. Entonces, Albegaria se contornea, gira, rueda hasta alcanzar un madero incandescente y, sin mediar palabra alguna, quema el rostro de su contrincante. El bandeirante grita, impreca, pide ayuda. Diego da Albegaria, en tanto, libera a los indios cautivos y va tras el tenaz Figarelho.
Uno de los esclavistas se ha internado en el monte convencido estar en presencia de una treta pergeñada por las tribus del lugar. El otro, ha regresado tras los gritos de auxilio provenientes del campamento. 
El precipitado Figarelho, en tanto, ha quedado atrapado entre unos punzantes arbustos y lucha por zafar de la inesperada trampa. Ha desgarrado su camisola, más no logra escapar de las espinosas ramas. Alcanzado por su perseguidor, clama lastimeramente por su vida. Dispuesto el bandeirante a terminar con ella, la certera intervención de Don Diego salva al criado del cruento final.
Derribado el esclavista infame, patrón y lacayo raudamente retornan al campamento. Montan sus caballos y a galope, en la noche densa, se pierden tras la esperanza de forjar una nueva vida.

3 comentarios:

  1. Te felicito Eduardo, es excelente la narrativa no me canso de decírtelo.
    ¿Sos profesor de letras (literatura), o narrador por naturaleza?
    Es una duda que tengo, te dejo un fuerte abrazo, gracias por tener el gesto de preocuparte por mi madre, abrazos miles!

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  2. Gracias Cristina por tu comentario. No, no soy profesor de letras, creo que por mi actividad laboral encuadro más en el "narrador por naturaleza", como vos decís.

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  3. me volviste atrapar me muy bueno al final lograr entre hazañas y peligros zafarse me gust´mucho, dulces sueños y un abrazo dese mi brillo del mar

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