jueves, 15 de septiembre de 2011

ADIOS A NINON HAEFFNER

Me he debatido varias horas en subir este comentario.
Francamente lo que Claudia, mi hija, me contó respecto a una ex compañera de colegio ha sido impactante. He cortado mi relato de la Novia del Estanciero para escribir sobre el particular.
No me considero un mojigato ni nada que se le asemeje pero ello no ha dejado de sorprenderme.
Charlé con mi hija acerca de la pertinencia de redactar esta entrada. Me ha pedido que sea cauto, limitándome a relatar aquellos hechos que hoy están en boca de todos.
A fin de no caer en imprecisiones o banalidades le he pedido que lo lea. Ha dado su asentimiento.

Ninon Danielle Haeffner (1989-2011) fue compañera de mi hija durante toda la escuela secundaria. Actualmente, Claudia la veía con regularidad en las reuniones que organizaban sus ex compañeras y compañeros de clase.
Personalmente, la traté en múltiples ocasiones. Siempre me mostró su faceta simpática, cordial y afable.
Antes de ayer, Ninon, apareció muerta, acuchillada, en un descampado de la localidad de Derqui, en la Provincia de Buenos Aires. Los diarios, ocupados en el lamentable accidente ferroviario del 13-S, dilapidaron ríos de tinta sobre el particular y se olvidaron de la atractiva e infeliz Ninon. Escuetamente, a ella se refirieron La Razón y Tiempo Argentino.
Al culpable lo agarraron. Se trata de un académico, profesor de literatura, de 30 años de edad.
El tipo, subyugado por la llamativa rubicunda, no aguantó más su coqueteo y reventó por el lado más dañino.
No opuso la menor resistencia y confesó ser el autor del hecho.
Ninon estudiaba Diseño de Indumentaria. No trabajaba. Desde hace casi un año y medio vivía en la casa de Darío, su novio, junto con la familia de éste.
Mientras convivió con Darío, ella mantuvo otras relaciones paralelas. “Me voy a lo de Gabriela G”, “Hoy me junto con Caro F. a estudiar” fueron, entre tantos, los argumentos que Ninon esgrimió para encubrir sus encuentros con otros muchachos.
Cuando regresaba a la casa, luego de la ardiente batalla, ella se sentaba a tomar mate con la madre de Darío, Doña Paula Belcore y todo transcurría como si nada. Los Belcore le lavaban y planchaban la ropa, le daban de comer, le tendían la cama, le brindaban un techo protector…
Al enterarse sobre la verdad de los hechos, a la familia Belcore, le cayó todo como un balde de agua helada. No daban crédito a lo que la policía, los testigos, el e-mail y el móvil de la chica narraba.
Claudia me contó que, Darío Belcore, odiaba a Ramiro Galarza, si bien nunca sospechó –ni por aproximación- que era uno de los protagonistas de lo que aquí estoy refiriendo.
Debo decir que Ramiro, alguna vez, fue el «boyfriend» de Ninon. En ese interregno, Darío era la pañoleta amiga donde ella enjuagaba sus lágrimas. Cuando Ramiro y Ninon se distanciaron, ella, entonces, se decantó por Darío, instalándose posteriormente en la casa de su familia.
A través de alguna red social o en alguna reunión o quizás simplemente por azar, Ninon y Ramiro se reencontraron, abriendo así paso a una relación clandestina.
Al tiempo, en el bar de la facultad, ella conoció a Lautaro Abramovich, un literato treintañero que, accidentalmente, se encontraba en el lugar.
Ninon era una chica atractiva, simpática, cálida. Mientras el tema Ramiro se enfriaba rápidamente, el académico y la estudiante eran devorados por el fogonazo de la pasión.
Sin embargo, la relación con Darío Belcore no se rompió. Muy por el contrario, continuó conviviendo con él en la casa familiar de éste. Por su parte, Lautaro, sabedor de la situación de Ninon y mordido por ese ardor que profesaba hacia ella, le pedía “…dejar todo e irse a vivir con él, a su casita de Derqui, con su perra Lula, las glicinas y el pino viejo”.
El lunes 12 de septiembre pasado, Lautaro y Ninon se vieron nuevamente. Los amantes transcurrieron la tarde y la noche juntos. En un momento, se desató una discusión motivada por la negativa de ella a irse con él. Ninon amenazó con dejarlo. Luego, sobrevino un grito sordo y finalmente el silencio.
En el velatorio de Ninon Haeffner hubo hechos bochornosos, grotescos.
Darío y Ramiro protagonizaron una escena de pugilato, que terminó gracias a la correcta intervención de los lacayos de la funeraria.
Los Belcore, presos de esa suerte de mezcla de dolor e indignación, característico de quienes sienten la felonía en carne viva, gritaban, insultaban, humillaban. Alguien de su entorno, a media voz, comentó sobre la falta de códigos de la difunta y a una tía de Darío se le escuchó decir: “Esta chica no le colgaba los botines a mi sobrino porque mi hermana le daba de comer y le lavaba los calzones” (sic)
En ese clima rarefacto, los Haeffner, en cambio, se mostraron constantemente fríos, obscuros y retraídos. Las amigas de Ninon, muchas de las cuales ignoraron siempre lo narrado, la lloraron a mares.

5 comentarios:

  1. Que historia!!
    Bien dicen que el hábito no hace al monje.
    Increible la mezcla de emociones que despertó la muerte de esta chica, sólo ella sabía como era realmente por dentro, no??

    saludos!!

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  2. Uff! Es increíble!

    Merece alguien morir por ser de una determinada manera? El yugo de la sociedad y sus etiquetas pesan como una losa.

    Te felicito por haber desarrollado de forma tan impecable el espeluznante relato.

    Un abrazo, amigo!

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  3. Eduardo,
    que terrible.
    La sociedad todo lo juzga, pero solo la muchacha sabría lo que estaba sucediendo en su propia vida.
    Gracias por su visita y también seguir mi sitio.
    Volveré!
    Abrazos.

    ¡Ah! Perdón por los errores del español.

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  4. Penoso, realmente.

    Hay de todo, en las viñas del señor.

    Un abrazo.

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  5. Triste, muy triste...leyendo los comentarios solo se me ocurrir decir que probáblemente ella tampoco sabía lo que pasaba en su interior y se perdió en una cruda realidad que le desbordó.
    Un abrazo,

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