domingo, 21 de marzo de 2010

¡STOP PEDOFILIA!


Es indudable que la protección de la infancia y la prevención de los problemas que pueden comprometer el desarrollo de los niños y niñas como sujetos autónomos, competentes y sociables, debe representar un objetivo prioritario por cuanto el progreso y el bienestar de la sociedad toda dependen de ello.
Supongo que el filósofo de Nazaret cuando inició ese extenso movimiento político religioso que hoy conocemos como cristianismo jamás se le pasó por la cabeza que a muchos voceros y representantes de su Iglesia caerían en el horror de ser tentados y abusar sexualmente de niños y niñas.
El Papa Ratzinger, mediante una carta, expresó ayer su solidaridad con aquellos/as menores víctimas de abusos sexuales cometidos por curas irlandeses entre 1975 y 2004.
La carta es simplemente una bocanada de aire fresco en el sórdido mundo de los secretos y el silencio vaticano, porque había muchas cosas por decir que no se dijeron. Nada más. Inclusive fue recibida con decepción por las víctimas de esa nación europea.
En la carta, se anunció una investigación formal del Vaticano en las diócesis y seminarios católicos irlandeses. Claro, nada se dice sobre los abusos ocurridos en otros países y los que puedan llegar a ocurrir en el futuro. La realidad demuestra que las investigaciones y la actuación de los tribunales de justicia debe realizarse libremente (sin la clásica presión eclesiástica de encubrir responsables) en cuanto país y sede religiosa hayan ocurrido o puedan ocurrir.
Decir que se siente vergüenza es insuficiente. Claramente.
Del cura Ratzinger ni se ha escuchado una petición de perdón, de sincero arrepentimiento por tales aberraciones.
La pedofilia es un comportamiento abominable contra el cual es necesario encauzar esfuerzos para combatirlo. Por ello no puede tolerarse ni el silencio ni ningún tipo de maniobra que tienda encubrirlo.
Tampoco es algo exclusivo de la Iglesia católica, pero ésta ha mirado para otro lado en el tema y lo sigue haciendo. Así, para la curia vaticana el origen del problema está en la velocidad del cambio social y en que "...las prácticas sacramentales y devocionales que sustentan la fe y la hacen crecer, como la confesión frecuente, la oración diaria y los retiros anuales se dejaron ,con frecuencia, de lado."
La carta papal a la feligresía irlandesa es el primer documento de Ratzinger dedicado exclusivamente a tratar el tema de la pedofilia.
Es la consecuencia de un reporte del Gobierno irlandés que condenó el amplio abuso de menores por parte de sacerdotes en la archidiócesis de Dublín (capital de la República de Irlanda) entre 1975 y el 2004. En otras palabras, sin ese reporte la Iglesia Católica hubiera mirado para otro lado, escondido la cabeza como el avestruz y victimizado a sus curas pedófilos.
Por otra parte, quienes fueron víctimas de la pederastía vienen reclamando la renuncia del primado de la Iglesia Católica irlandesa, por haber ocultado el caso de abusos de menores cometidos por sacerdotes pederastas en los años 70.
Ratzinger tampoco abordó en su carta los numerosos llamados en Irlanda por una reestructuración de la iglesia en el país. Tampoco expresó que los obispos implicados en el escándalo o las autoridades religiosas deben renunciar.
La carta vaticana es parca al momento de abordar las preocupaciones de quienes padecieron el horror del abuso.
Para ellos basta esta frase "Que nadie se imagine que esta dolorosa situación se resuelva pronto. Se han dado pasos positivos pero todavía queda mucho por hacer. Necesitamos perseverancia y oración, con gran fe en la fuerza salvadora de la gracia de Dios."
El tema no se resulve orando y elevando plegarias en la iglesia. Acá hay que tomar decisiones firmes, contundentes.
El cura Ratzinger omite claramente la responsabilidad del Vaticano en los abusos sexuales al dirigir principalmente sus críticas hacia curas de bajo rango.
Hasta pronto, como siempre

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