jueves, 4 de marzo de 2010

ANECDOTAS CURIOSAS

Mi país es un hervidero. Crisis política tras crisis política y apología al pago de un endeudamiento público cuya ilicitud fue oportunamente demostrado por vía judicial.

He creído más interesante dedicar un poco más mi blog al tema del arte.

Así las cosas, es sabido que las relaciones entre divos han originado en todas las épocas pelotones de anécdotas curiosas.

En el mundo de la música, específicamente en el de la ópera, existió una estirpe de cantantes conocidos como los castrati, quienes florecieron entre los siglos XVII y XVIII. Básicamente diré que el cantante era sometido de niño a una castración con el objeto de que conservara el tono alto y agudo de la voz infantil en el hombre pero con las técnicas vocales de un cantante adulto (sea ya de soprano, mezzo-soprano o contralto).

Hubo grandes cantantes castrati. El más conocido es Carlo Boschi, (Farinelli), cuyo nombre ha subsistido hasta la fecha gracias a la película homónima del director belga Gérard Corbiau.

Hoy publico en mi bitácora dos anécdotas que tienen por protagonistas a famosos castrati. Ambas de clara admiración entre ellos.

La primera, hace referencia a Senesino (Francesco Bernardi 1685-1759) y al ya citado Farinelli (Carlo Boschi 1705 – 1782).

Farinelli, llegó a Londres en 1734 para cantar en la Ópera de la Nobleza la compañía que se creó pura y simplemente para molestar a Haendel (evidenciando, de paso, tensiones políticas entre el Príncipe de Gales, que apoyaba públicamente a los nuevos, y el monarca Jorge II, que se mantenía fiel al sajón).

Haendel había tenido en su compañía desde 1720, como una de sus principales estrellas, a Francesco Bernardi, conocido como Senesino. Al parecer Haendel vivía torturado por los caprichos de su primo uomo y el castrato Senesino nunca perdonó al compositor un "¡maldito imbécil!" que aquel le escuperia en la cara apenas habría arribado a Inglaterra. No obstante, ambos estaban unidos por muchos intereses y, mal que bien, se soportaron y aguantaron, dando lugar así a la más amplia y fecunda etapa de colaboración entre un compositor y un cantante de toda la historia de la ópera. Nótese que permanecieron juntos once años en dos etapas (1720-1728; 1731-1733), habiendo llegado Senesino a estrenar nada más y nada menos que diecisiete, de las cuarenta y seis óperas que Haendel compuso.

Alrededor de 1733 las cosas no marchaban nada bien entre el cantante y el músico. Las discusiones sobrevinieron y la relación se rompió. Se dice que la gota que colmó el vaso fue la ópera Orlando de finales del año anterior. A Senesino le sulfuró que Haendel se saltara las convenciones de la ópera seria (siempre a su servicio) y entendió que en esta composición salía malparado o incluso que el músico se burlaba de él por la gran cantidad de recitativos acompañados que le dedicó.

Senesino, entonces, cambió de bando. Se fue a la Opera de la Nobleza, lo que le permitió cantar durante algún tiempo con Farinelli.

La primera vez que ambos divos aparecieron juntos en escena fue el 29 de octubre de 1734 en Artaserse, un pasticcio montado con el libreto de Metastasio y música de Johann Adolf Hasse y Riccardo Broschi (el hermano de Farinelli) y pequeñas aportaciones de Nicolò Porpora y Attilio Ariosti. Aquello se pensó al servicio de Farinelli, pero debió de ser en conjunto una auténtica exhibición de fuegos artificiales vocales, teniendo en cuenta la selección musical que se hizo y que en el reparto figuraban, además de los dos castrados, otros cantantes traidores a Haendel.

Veamos un poco la escena. El ambicioso general Artabano (Senesino) se ha coronado rey de Persia, tras asesinar al legítimo monarca Serse y a todos sus hijos; eso cree él, porque ha sobrevivido Artaserse. Arbace (Farinelli), hijo de Artabano, es, sin embargo, fiel a la dinastía legítima y tiene que enfrentarse a su fiero padre.

En el acto II, Artabano/Senesino humilla a su hijo y finge condenarlo a muerte. Arbace/Farinelli, cargado de cadenas, está postrado ante su inhumano padre. Y antes de salir conducido por los guardias hacia el calabozo donde debe esperar la supuesta ejecución, canta "Per questo dolce amplesso", aria con música de Hasse en la que se despide del padre y recuerda a su amada.

Cuando terminaba el da capo y la voz se desvanecía en un pianissimo, se produjo la sorpresa. Senesino, conmovido y con lágrimas en los ojos, tendió la mano a su hijo/rival Farinelli, le ayudó a levantarse y se fundió en un abrazo con él, mientras el público estallaba en aplausos...

La segunda anécdota involucra a los catrastati Caffarelli (Gaetano Majorano 1710-1783) y Giziello (Gioacchino Conti 1714-1761), otros dos dioses del olimpo operísticos del XVIII. La versión la narró por primera vez, Charles Burney, quien, dijo, se la oyó a Alexandre-Louis Lauger, médico de la corte imperial y cualificado melómano:

«Cuando Gizziello debutó en Roma, suscitó entre sus oyentes tal arrobamiento, que se convirtió en tema de conversación habitual; como su reputación se extendió a todos los rincones de Italia, la noticia llegó naturalmente a Nápoles y no provocó indiferencia en una ciudad donde la sed de placer musical prevalecía sobre cualquier otra cosa. Caffarelli, entonces en el apogeo de su gloria, picado por la curiosidad y quizá también por los celos, eligió el primer día de asueto que le dejó la Ópera de Nápoles para ir a Roma a oír a este fenómeno y pasó toda la noche en una silla de posta. Entró al patio envuelto en su pelliza sin ser reconocido. Cuando terminó la primera aria cantada por Gizziello, gritó lo más fuerte que pudo: Bravo, bravissimo, Gizziello! È Caffarelli che telo dice. Tras lo que dejó inmediatamente el teatro y volvió a Nápoles por la noche»

Obviamente no subsisten registros vocales de los castratos aquí aludidos. Si se quiere tener una noción de como sonarían sus voces, existe un archivo de finales del s. XIX comienzos del s. XX del castrado Alessandro Moreschi. No obstante, acompaño aquí un archivo de la película “Farinelli, cuya voz fue una mezcla de registros de sopranos y mezzos a través de una computadora.

Que lo disfruten. Hasta pronto, como siempre.




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