sábado, 7 de septiembre de 2013

LAS CORRERÍAS DEL NIETO DE JUAN MONDIOLA: "¡VUELVO, VIEJOS CAMARADAS, CON EL CORAZÓN LEAL!"



Si, mi amigo. Estuve muy borrado este último tiempo. No anduve por la Internet ni merodeé la puerta del bar, ni los salones de la tanguería. La verdad es que estuve metido en baruyos hasta el caracú. El laburo, la orquesta, la doctorcita, algún que otro budincito por ahí y bueno, el tiempo se pasa… Pero como dice el gotán…vuelvo, viejos camaradas, con el corazón leal.
Mientras me morfo esta copa de frutiyas con crema santiyí le voy a ir batiendo algunas cosas que me han estado pasando y que asiduamente veo mientras yiro por la vida.
Fíjese, hay tipos a los cuales se le funde el balero tratando de encontrar la lógica en la conducta de las
mujeres. La verdad que, como tengo las cosas claras, el asunto me resbala como chorizo en fuente de loza; pero no dejo de reconocer que a más de un badulaque, la cuestión, le carcome la croqueta de forma contundente.
La salida de este laberinto siniestro, radica en conocer cómo piensan las féminas y sacarle a dicho conocimiento el jugo, igual que se exprime una mandarina.
Los otros días, después de darle al bagre, el mueble de lujo que me atraqué en la tanguería se puso a yorar como una Magdalena. En efecto, pasados aquellos apasionados y furibundos mimos que arroyadoramente nos envolvieron durante la larga noche, el budín se levantó, se puso un negliyé negro y empezó a caminar por la sapie, igual que lo hace una felina caliente. Como soy más fulminante que una saeta, casé al vuelo la tortiya que se venía y a mi sola mirada desembuchó que estaba embaruyada con otro ñato.
Al parecer, se trataba de un  ingeniero, el cual había puesto una buena distancia entre ambos al rajarse, al lejano mar de Curlandia, para ganarse la vida como laburante en una plataforma petrolera. Parece, que al tipo mal no le iba porque, mes a mes, yenaba sus bolsiyos de euros y dólares y para el pesar de mi cachorra, el susodicho, portaba en su mano el fatídico aniyo carcelero.
Por más que uno quisiese darle vuelta, se trataba de un caso típico de mujer que había dejado enroscarse la culebra y ahora no podía levantar la sabiola. Como no cortaba con el soyozo y, a decir verdad, la tramoya me importaba menos que un rabanito colorado, me fui hasta la cocina, busqué un sova de agua, le encajé dos aspirinas y me puse a mirar una película de Yames Bond. ¿A papá mono con bananas verdes? ¡Qué va! Fin del episodio. No se me movió ni un pelo. No se puede caer en la trampa del triángulo amoroso y de su eterna irresolución. En cambio, otro mangangá, en mi lugar, hubiera empezado a yenársele del balero de humo pensando en cómo podía manotearle el budín al yuyeta de Curlandia.
Verdaderamente, en esta santa cruzada que uno realiza por la vida, he visto a más de una leona como ésta convertirse en canaria enjaulada y a más de un ñato yevarse puesto una formación ferroviaria a todo vapor por meter la nariz donde no lo han llamado. Todo eyo, siempre es el lógico resultado de las estúpidas tramoyas triangulares que los adoradores de Cupido urden con santa paciencia y que, en los casos como el que nos ocupa, terminan al pegarle la brisca el golpe fatal al pobre diablo, es decir, cuando elige al insecto menos indicado.
Claro, después al breon amasijado empieza a zumbarle en el marote preguntas del siguiente calibre: ¿Cómo aquél se manya a ese bombón y yo no? ¿Por qué aquél se lastra la torta si yo hice los deberes mejor que Domingo Faustino Sarmiento? ¿Qué tiene aquél ñato que no tengo yo?
La verdad es que, cuando eso pasa, resulta más claro que el agua que el tirifilo se ha equivocado de cabo a rabo. Un tipo puede pensar que a la potranca le ha dado contención, que la ha escuchado, que le yevó el ramito de flores, que la sacó a pasear, que le compró una cartera en lo de Luis Vitón, en definitiva, que ha venido remando la situación igual que en una competencia de banco fijo y, por ende, todo lo que ha laburado debería ponerlo a la cabeza de las preferencias de la susodicha.
¡Nada más lejos! ¡Nada más lejos! En realidad, cuando la mersada se dedica a perder el tiempo con esas piojerías, retrocede casiyeros como si del juego de la oca se tratara. Porque con toda esa parafernalia de la comprensión y los regalos, el ñato que cree yegar a los quintos apurados, lo único que  está haciendo es rogarle mimos a las chuchis y esto, a las féminas, les cae como una auténtica patada en el estómago. Por eso, si hay algo que la muchachada debe tener en claro es que, en estas lides del fuego y la pasión, si uno quiere apuntar no hay que andar suplicando nada; se aprieta bien la cincha y a otra cosa.
Son muchos los años que yevo en el mercado y tengo muy buena visual para distinguir la fruta que se exhibe. Las pardas sólo posan su mirada en tipos que saben llevar las riendas. Buscan a los breones transgresores, que vamos y mordemos lo que se nos canta. En este grupo también está el ingeniero que, entre el aniyo, la distancia y los morlacos de Curlandia, hace comer a la palomita en la palma de su mano, inclusive a kilómetros de distancia. A las chuchis no les importan los alcornoques que se cuelgan de sus faldas y para saber si un fulano es un alfeñique de barro cocido, piensan las más variadas técnicas a fin de poner a prueba al incauto chichipío que cae en sus afiladas garras….

Lorenzo Mondiola


Laburar: Trabajar.
Frutiya: Fresa, frutilla.
Morfar: comer.
Balero: Cabeza.
Breon amasijazo: Hombre destruido.
Yuyeta: hombre, tipo.
Darle al bagre: fornicar.
Atracar: encarar, cortejar.
Sapie: Habitación, pieza
Chuchi: mujer atractiva.
Marote: cabeza.
Yirar: andar
Breon: hombre
Mersa: persona de baja estopa.
Manyar: comer.

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