domingo, 25 de septiembre de 2011

LA NOVIA DEL ESTANCIERO O SEA LA NOVEL HISTORIA DE FELICITAS GUERRERO DE ÁLZAGA (3era Parte)


La batalla ha sido cruenta. Enrique y Braulio han logrado escapar de los Nacionales junto con un grupo de paisanos. En los campos de Ñaembé perecieron muchos de sus compañeros. López Jordan ha dispuesto replegarse a Entre Ríos.
La noche anterior a la batalla, Ocampo tuvo noticias de Felicitas. La esquela, había sido enviada casi dos meses atrás y fue el sargento Aparicio Quiroga quien se encargó que ella llegara a sus manos. La carta entusiasmó a Enrique, especialmente la última parte. “Recordado Ocampo, -escribía Felicitas Guerrero- pienso en Usted diariamente y en todas las privaciones por las que ha de estar pasando. Anhelante, aguardo que pronto concluya esta vesánica lucha. Mucho deseo verlo. Cuídese. No quiero perderlo. No lo soportaría…”
Reintegrado el grupo al grueso de la tropa, Ricardo López Jordan mandó a llamar a Ocampo.

La reunión duró casi una hora. Luego de transmitirle su agradecimiento por su adhesión a la causa entrerriana, de explicarle sus planes militares y políticos, el caudillo encomendó a Enrique y a Braulio Podestá Peña la misión de llegar hasta el campamento del coronel Carmelo Campos a fin de articular una nueva acción contra los nacionales.
Los dos amigos parten a la siguiente mañana, acompañados de un variopinto grupo de catorce paisanos. Dos entrerrianos, tres orientales, cinco paraguayos y cuatro brasileños. La tropa refleja la composición de la montonera jordanista.
En su marcha hacia Entre Ríos, hábilmente se escamotean entre grupos de Nacionales. Con gran peligro vadean el Guayquiraró. Finalmente, queda atrás Corrientes, hostil y adversa a la causa por la que pelean.
La noche los sorprende en las ruinas de la capilla Nuestra Señora de los Dolores, en el desolado pueblo de Alcaraz. Enrique se ha recostado a descansar sobre uno de los pilares derruidos del templo. Permanece por varios minutos con la mirada clavada en el cielo entrerriano. Transportado, avista el rostro de Felicitas Guerrero, quien lo llama al definitivo reencuentro.
Súbitamente, siente un ruido de hojas y ramas. Al instante, un grupo de Nacionales se arroja sobre el contingente jordanista. Ocampo blandiendo una tacuara, ferozmente, arremete contra los atacantes. Luego, toma su Smith & Wesson y dispara.
Superados en número, ordena replegarse hacia el arroyo cercano. Advierte que, mayormente, su tropa ha sido asesinada.
Braulio y dos orientales todavía pelean
Reagrupados los cuatro hombres, se esfuman en la espesura del monte.

martes, 20 de septiembre de 2011

INTERMEZZO SOBRE FELICITAS.


Haciendo un alto en la historia de la Novia del Estanciero, me gustaría contar que el sábado 17, asistí a una representación teatral en el Complejo Histórico Santa Felicitas. En otras palabras, estuve en la misma iglesia erigida en nombre de la protagonista de mi narración y en donde, alguna vez, estuvo la quinta de Álzaga.
Específicamente, la representación se desarrolla en el llamado Templo Escondido y quienes tengan ganas, pueden ir antes a la visita guiada que se realiza al complejo.
En lo personal solamente asistí a ver la obra de teatro que, desde le mes de mayo, todos los sábados se representa en Pinzón 1480, en el barrio de Barracas.
El trabajo titulado “Niñas Mal” refiere a un encuentro imaginario de dos mujeres infelices: Felicitas Guerrero y Camila O`Gorman.
Las jóvenes se topan en algún sitio del inframundo y reflexionan sobre sus vidas y sobre sus padecimientos en esa dimensión espiritual, pero se trata -ante todo- de un encuentro con ellas mismas.
La obra constituye una propuesta intimista, atractiva y muy bien actuada. Un diálogo entre dos mujeres desdichadas que les ha tocado vagar por un limbo desde el cual pueden ver lo que ocurre en el mundo de los vivos, amén de toparse con algún que otro familiar, tal como le ocurre a Camila.
No interviene ningún otro personaje. Sólo Felicitas y Camila.
Son ochenta minutos que fluyen a una velocidad astronómica de un interesante parlamento y una muy buena actuación.
Claro está alejada del circuito teatral formal y con escasa difusión.
Vale la pena asistir a la función. Recomiendo la obra. Simplemente hay que hacer la reserva de la entrada y abonar su precio.

jueves, 15 de septiembre de 2011

ADIOS A NINON HAEFFNER

Me he debatido varias horas en subir este comentario.
Francamente lo que Claudia, mi hija, me contó respecto a una ex compañera de colegio ha sido impactante. He cortado mi relato de la Novia del Estanciero para escribir sobre el particular.
No me considero un mojigato ni nada que se le asemeje pero ello no ha dejado de sorprenderme.
Charlé con mi hija acerca de la pertinencia de redactar esta entrada. Me ha pedido que sea cauto, limitándome a relatar aquellos hechos que hoy están en boca de todos.
A fin de no caer en imprecisiones o banalidades le he pedido que lo lea. Ha dado su asentimiento.

Ninon Danielle Haeffner (1989-2011) fue compañera de mi hija durante toda la escuela secundaria. Actualmente, Claudia la veía con regularidad en las reuniones que organizaban sus ex compañeras y compañeros de clase.
Personalmente, la traté en múltiples ocasiones. Siempre me mostró su faceta simpática, cordial y afable.
Antes de ayer, Ninon, apareció muerta, acuchillada, en un descampado de la localidad de Derqui, en la Provincia de Buenos Aires. Los diarios, ocupados en el lamentable accidente ferroviario del 13-S, dilapidaron ríos de tinta sobre el particular y se olvidaron de la atractiva e infeliz Ninon. Escuetamente, a ella se refirieron La Razón y Tiempo Argentino.
Al culpable lo agarraron. Se trata de un académico, profesor de literatura, de 30 años de edad.
El tipo, subyugado por la llamativa rubicunda, no aguantó más su coqueteo y reventó por el lado más dañino.
No opuso la menor resistencia y confesó ser el autor del hecho.
Ninon estudiaba Diseño de Indumentaria. No trabajaba. Desde hace casi un año y medio vivía en la casa de Darío, su novio, junto con la familia de éste.
Mientras convivió con Darío, ella mantuvo otras relaciones paralelas. “Me voy a lo de Gabriela G”, “Hoy me junto con Caro F. a estudiar” fueron, entre tantos, los argumentos que Ninon esgrimió para encubrir sus encuentros con otros muchachos.
Cuando regresaba a la casa, luego de la ardiente batalla, ella se sentaba a tomar mate con la madre de Darío, Doña Paula Belcore y todo transcurría como si nada. Los Belcore le lavaban y planchaban la ropa, le daban de comer, le tendían la cama, le brindaban un techo protector…
Al enterarse sobre la verdad de los hechos, a la familia Belcore, le cayó todo como un balde de agua helada. No daban crédito a lo que la policía, los testigos, el e-mail y el móvil de la chica narraba.
Claudia me contó que, Darío Belcore, odiaba a Ramiro Galarza, si bien nunca sospechó –ni por aproximación- que era uno de los protagonistas de lo que aquí estoy refiriendo.
Debo decir que Ramiro, alguna vez, fue el «boyfriend» de Ninon. En ese interregno, Darío era la pañoleta amiga donde ella enjuagaba sus lágrimas. Cuando Ramiro y Ninon se distanciaron, ella, entonces, se decantó por Darío, instalándose posteriormente en la casa de su familia.
A través de alguna red social o en alguna reunión o quizás simplemente por azar, Ninon y Ramiro se reencontraron, abriendo así paso a una relación clandestina.
Al tiempo, en el bar de la facultad, ella conoció a Lautaro Abramovich, un literato treintañero que, accidentalmente, se encontraba en el lugar.
Ninon era una chica atractiva, simpática, cálida. Mientras el tema Ramiro se enfriaba rápidamente, el académico y la estudiante eran devorados por el fogonazo de la pasión.
Sin embargo, la relación con Darío Belcore no se rompió. Muy por el contrario, continuó conviviendo con él en la casa familiar de éste. Por su parte, Lautaro, sabedor de la situación de Ninon y mordido por ese ardor que profesaba hacia ella, le pedía “…dejar todo e irse a vivir con él, a su casita de Derqui, con su perra Lula, las glicinas y el pino viejo”.
El lunes 12 de septiembre pasado, Lautaro y Ninon se vieron nuevamente. Los amantes transcurrieron la tarde y la noche juntos. En un momento, se desató una discusión motivada por la negativa de ella a irse con él. Ninon amenazó con dejarlo. Luego, sobrevino un grito sordo y finalmente el silencio.
En el velatorio de Ninon Haeffner hubo hechos bochornosos, grotescos.
Darío y Ramiro protagonizaron una escena de pugilato, que terminó gracias a la correcta intervención de los lacayos de la funeraria.
Los Belcore, presos de esa suerte de mezcla de dolor e indignación, característico de quienes sienten la felonía en carne viva, gritaban, insultaban, humillaban. Alguien de su entorno, a media voz, comentó sobre la falta de códigos de la difunta y a una tía de Darío se le escuchó decir: “Esta chica no le colgaba los botines a mi sobrino porque mi hermana le daba de comer y le lavaba los calzones” (sic)
En ese clima rarefacto, los Haeffner, en cambio, se mostraron constantemente fríos, obscuros y retraídos. Las amigas de Ninon, muchas de las cuales ignoraron siempre lo narrado, la lloraron a mares.

martes, 13 de septiembre de 2011

SUOR ANGELICA E I PAGLIACCI


Hola mis amigos/as: Hoy fui nuevamente al teatro a ver ópera. Llegué hace un rato.
En esta oportunidad me tocó Suor Angelica e I Pagliacci. La primera de Giaccomo Puccini y la otra de Ruggero Leoncavallo.
Cuentan que la primera fue recibida fríamente en su estreno, en tanto que la segunda corrió mejor suerte, aunque no dejó de provocar revuelo en su época.
Debo decir que Suor Angelica no es una de los mejores exponentes del arte y genio de Puccini. No quiero significar que sea un bodrio, pero carece de esas melodías que tanto caracterizan al compositor de Lucca.
Es algo entendible.
La acción transcurre en un claustro, repleto de monjas. Allí ha sido confinada la pobre Angélica cuyo único pecado fue haber dado a luz a un hijo, fruto de un amor prohibido. Siete años ha transcurrido vistiendo los hábitos, sin saber nada de su hijito y su familia. Súbitamente, aparece la inflexible y bestial Tía Principessa. Viene a exigirle a la infeliz la firma de cierto documento que autoriza una división de bienes. Angélica suplica, implora por saber por su hijo. Finalmente la vieja mal nacida le dice que ha muerto hace dos años víctima de una severa enfermedad. Suor Angelica, entonces, se toma un veneno y cae el telón.
Música oscura, para un argumento oscuro, donde las voces son exclusivamente femeninas. No intervienen voces masculinas.

En I Pagliacci la cosa cambia un poco, aunque también es otra tragedia, está basada en un hecho real, en el cual intervino como juez el padre de Leoncavallo.
Como siempre críticas a la escenografía. La acción original transcurre en un miserable pueblo calabrés entre 1865/1870. Acá la acción es llevada a los años 30 o 40 del siglo pasado. Una menudencia.
Vamos al grano.
Cada vez que escucho Pagliacci reafirmo que es una verdadera joyita de la lírica.La famosa Vesti la giubba me resulta soberbia. Música y letra reflejan el drama de un tipo cuya mujer lo engaña con otro y sabiendo que ésta se va a encontrar esa noche con su amante, tiene que vestirse de payaso y subir a escena para hacer reir al público.
El final, que muestra una representación teatral ante un público que no se da cuenta que Canio y Nedda ya no están actuando sino ventilando su problema de alcoba, me parece genial y por supuesto ese la conclusión de la ópera, donde el desgarrado Canio grita: “La comedia e finita”.
En Pagliacci, debo decir que la voz del tenor Luis Lima -en el papel de Canio- no está nada bien. En realidad siempre he considerado que su voz es muy dura y falta de melodía, pero creo que a, sus sesenta y pico de años, está en un franco declive. Tiene potencia en el agudo pero los graves son lastimosos.
Bueno por hoy dejo aquí. Más tarde subiré una nueva entrada de "La Novia del Estanciero". Un saludo como siempre.

lunes, 5 de septiembre de 2011

LA NOVIA DEL ESTANCIERO O SEA LA NOVEL HISTORIA DE FELICITAS GUERRERO DE ÁLZAGA (2da Parte)


Es el final de noviembre. La mañana está espléndida. Felicitas, bajo riguroso luto, recorre las viejas galerías de su estancia La Postrera. Ha permanecido pensativa por largo tiempo, perdiéndose su mirada entre ese enjambre mirífico de camelias, hortensias y rosas de Siria que bordean la casa.
Se recuesta en el gran sillón de mimbre y vuelve a releer la carta que recibiera el día anterior. Son noticias del estimado Ocampo, de su puño y letra. Las ha traído Tadeo desde Buenos Aires, quien viajó todo el día para cumplir el cometido que su patrón le ordenara desde Entre Ríos.

En su mente, repite una y otra vez las palabras de Enrique: “Aquí las jornadas son fatigosas pero su recuerdo, Felicitas, me espolea a seguir luchando por la libertad de esta tierra bendita, al lado de estos paisanos que lidian por una vida mejor. Sepa señora que, si las balas nacionales me derriban en la batalla, mi póstumo aliento, será para Ud.”
Las dudas en responder esa carta, repleta de palabras nobles, la asaltan. Piensa en la imagen del moribundo Álzaga que, como amenazante espectro, se yergue entre ambos. Sin embargo, no olvida el momento en que vio a Enrique por vez primera, en la ventana de su casona de la calle México o cuando, enterada de los amores del viejo Álzaga con aquella hembruela del Brasil, corrió a los brazos de Ocampo en busca de su afecto tiránico.
La alegre voz de su amiga, Albina Casares, interrumpe su ensimismamiento. Ha venido con ella desde Buenos Aires. Es que allí, en La Postrera, Felicitas se siente cómoda y poco a poco el dolor de la pérdida de sus hijos ha comenzado a ser más llevadero.
Albina quiere salir a cabalgar. Felicitas asiente. El día se muestra brillante. Ambas saldrán a recorrer la estancia. Llama a Naukale, el capataz tehuelche, y ordena que ensillen a su lobuno y otro caballo para su amiga.
A trote lento, la silueta de Albina Casares y la joven viuda de Álzaga se pierden en el horizonte, buscando las márgenes del río Salado. Mientras se alejan, Felicitas, cavila en torno a la probable respuesta que brindará a Ocampo.