lunes, 8 de abril de 2013

LA NOVIA DEL ESTANCIERO O SEA LA NOVEL HISTORIA DE FELICITAS GUERRERO DE ÁLZAGA. FINAL



I

Es el 29 de enero de 1872. El calor del verano resulta insoportable. Felicitas vuelve de comprar varias artículos para su boda. Está radiante. Ligera, se dirige a la biblioteca en su casa de la calle Larga.
Anselmo, uno de los criados de Albina Casares, la está esperando. Trae una carta para ella.  Ingresa en la biblioteca y por unos instantes Felicitas duda. Finalmente, resuelve abrirla. La carta está fechada ese mismo día.
“Querida Felicitas: Por fin he ganado la partida. Por años me robaste el afecto de Ocampo. Muy pronto, él y yo, dejaremos Buenos Aires para refugiarnos en Europa. Fui yo quien retuvo la correspondencia que, Enrique, por semanas te envió desde Montevideo. Fui yo quien delató su presencia en La Postrera. Fui yo quien urdió y ensambló cada pedacito de la compleja trama que ahora nos envuelve. No obstante, este mundo es demasiado pequeño para las dos. No habré ganado la guerra, querida amiga, si aún  revoloteas como un cóndor sobre la carroña. Esta es mi despedida final. Albina”
Felicitas Guerrero no puede dar crédito a lo que lee. Profundamente amargada, se deja caer sobre un sillón.
Repentinamente, alguien entra en la sala. Es Enrique. La furia corre por sus venas y Felicitas sabe que está perdida.



II

Un carruaje negro espera sobre la entrada de la calle Larga. Cuatro caballos, del mismo color que el coche, tiran de él. Albina los ha elegido especialmente. Como si fueran hijos de Janto y Balio, espera con alcanzar velozmente la ruta de San Isidro, después que Enrique mate a Felicitas. Cometido el crimen, Ocampo, deberá abrirse paso hasta el carruaje. Ambos huirán para siempre. Allí, en San Isidro, los aguardan para embarcar rumbo a Colonia del Sacramento y luego a Europa.
Albina está nerviosa. Con fanática paciencia ha urdido el arriesgado plan. Teme que la viuda de Guerrero no lea su carta.
Ocampo, exaltado como siempre, ha descendido del carruaje rumbo a la gran casona. Sabe que Felicitas está en ella pues la ha visto llegar, justo, un rato antes.
El calor se torna cada vez más agobiante.  En la biblioteca Felicitas Guerrero lee angustiosamente la carta que Albina le enviara. ¡Enrique jamás la había olvidado! Su antigua amiga, la querida Albina, en realidad, era su feroz rival. Apesadumbrada, se ha dejado caer en uno de los sillones. Abruptamente, la puerta de la sala se abre. Es Ocampo. Su rostro esta desfigurado por la ira y ha venido a cumplir la venganza de Albina. Felicitas procura explicar lo ocurrido. Agita la carta. Implora el perdón de Enrique. Todo cuanto hace o dice enfurece más a Ocampo. Desesperada, intenta escapar de la sala. Enrique saca un arma de su bolsillo y dispara. Felicitas cae mortalmente herida.
Enrique, atribulado, se dispone a huir. Violentamente irrumpen en el lugar, atraídos por el disparo, Cristian Demaría y el padre de Felicitas. Hay un forcejeo. Todo sucede en cuestión de minutos. Demaria toma su arma y le apunta a Ocampo. Enrique cae fulminado.
Una congoja inmensa invade la casa. Felicitas ha sido llevada a su habitación. Agoniza. Albina se ha deslizado por el lugar y recoge la carta que enviara a Felicitas. Los Guerrero levantan el cadáver de Enrique. Lo arrojan dentro del carruaje negro, ubicado sobre la calle Larga, y ordenan al cochero llevarlo al domicilio de su familia.

III
Son las diez de la noche del 29 de enero de 1872. El calor no afloja. El Dr. Modestino Pizarro ha revisado a Felicitas. La bala le ha perforado el pulmón derecho. Sabe que el fin de la joven está próximo. En su agonía Felicitas no cesa de preguntar por Enrique. Todos lloran. Finalmente, la vida de la Novia del Estanciero se extingue, entre espasmos, en las primeras horas del 30 de Enero de 1872.

IV

El día del entierro, la carroza fúnebre que llevaba a la familia de Felicitas Guerrero se cruza con la de la familia de Ocampo en la entrada del Cementerio de la Recoleta, donde hoy yacen ambos.

Sobre el hecho, dijo en su momento el Diario La Nación “El crimen de Barracas va a modificar notablemente nuestras costumbres sociales, y a producir una revolución en los salones. Deploramos el fin trágico de esa distinguida y virtuosa señora, víctima del furor de un hombre enamorado.”

Luego de los hechos, los padres de Felicitas, decidieron construir una iglesia en su honor en el mismo lugar en donde ésta había fallecido. Según el mito popular, el alma en pena de la viuda de Álzaga recorre la Iglesia llorando su trágica muerte, siendo uno de los célebres “fantasmas de Buenos Aires”.

Albina Casares escribió, muchos años después, unas supuestas cartas dirigidas al Sr. De Treville que vivía en París, en la cual narra los hechos y  que han sido la base del presente relato. Murió vieja y loca, internada en un hospicio de la ciudad de La Plata, vociferando el nombre de Enrique Ocampo.

2 comentarios:

  1. Que relato fantástico, me atrapó de principio a fin, gracias por compartirlo Eduardo.
    Es muy buena la lectura por tu sito, te dejo un fuerte abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias compañera, tus palabras son un verdadero aliciente para continuar escribiendo!!! Un saludo

      Eliminar