domingo, 6 de noviembre de 2011

LA NOVIA DEL ESTANCIERO O SEA LA NOVEL HISTORIA DE FELICITAS GUERRERO DE ÁLZAGA (6ta Parte)


La desesperación no deja a Albina Casares conciliar el sueño. La insospechada llegada de Ocampo la ha sumido en un mar de sentimientos encontrados.
Una irrefrenable onda de besos y risas llega desde la habitación contigua. Allí están Enrique y Felicitas, dichosos, radiantes. Ambos libran un ardoroso combate cuerpo a cuerpo, cuyo fragor lastima a la amiga de la viuda de Guerrero.
Envuelta en su negligé de brocado azul, Albina se pasea inquieta por la habitación. Piensa. Se debate entre la furia y el dolor, entre el amor y la lealtad. Debe abandonar el papel de mujer sumisa. Por mucho tiempo ha soportado la fría ignorancia de Ocampo, pero ella se siente fiel a su amiga Felicitas y abomina traicionarla.
La alharaca de la recámara contigua por momentos le resulta comprometedora. Doliente, Albina apoya su espalda en la pared. Cierra sus ojos y muerde sus labios. Una infinita angustia la invade y se apodera de su frágil espíritu.
Cae de rodillas, sollozando en la penumbra del dormitorio. Magullada, indefensa, permanece en el piso, acurrucada, por varios minutos que le resultan eternos. Súbitamente, el silencio ocupa el sitio. Escucha algunas palabras sueltas de su amiga. “Infamia”, “castigo”, “traición”…
Toma la vela que, tímidamente, ilumina el cuarto y sale al pasillo. Se aproxima a la puerta de la recámara de Felicitas. La siente preocupada. Ocampo intenta calmarla.
Observa por el ojo de la cerradura. Distingue el cuerpo desnudo de su amiga. Felicitas está alterada y se asemeja a una fiera enjaulada. Se pasea de un lado al otro por la habitación. Agita su cabello suelto. Gesticula. Por momentos, exclama que ha ofendido la memoria de Álzaga; que lo allí sucedido llegará a los salones de Buenos Aires; que la señalarán implacablemente; que no soportará el reproche social por su nuevo amor…
Albina percibe el clásico olor al tabaco de Ocampo. A través de la estrecha cerradura no alcanza a divisarlo. Lo supone aún en la cama de jacarandá que en vida usara Don Martín y su esposa. Sin embargo, escucha su voz tratando de apaciguar el espíritu embravecido de Felicitas Guerrero.
Albina Casares continúa espiando pero la luz de la vela se filtra por debajo de la puerta de la recámara de los amantes. Ocampo lo observa. Advierte la presencia de alguien en el pasillo. Felicitas, impetuosa, abre violentamente la puerta. El estupor de ambos es absoluto: no hay nadie.
Velozmente, Albina ha regresado a su cuarto. Ahora, la voracidad de los celos se ha apoderado de ella.

3 comentarios:

  1. Interesante, Eduardo. Ahora me toca leer las cinco partes anteriores (creo que me había despistado un poco últimamente y no me enteré, así que te agradezco el aviso de actualización).

    ¡Biquiños!

    Carmen.

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  2. Yo lei esa novela para el colegio y me parecio muy interesante de analizar.
    Es muy buena!
    Saludos y gracias por pasarte por mi blog:)

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  3. OI EDUARDO!
    LI TEU CONTO E DEU PARA PERCEBER QUE TEM OUTRAS PARTES ANTERIORES,ADOREI ESTA, VOU VOLTAR,PARA LER AS QUE AINDA NÃO LI.
    ABRÇS
    http://zilanicelia.blogspot.com/

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