La gélida noche
envuelve al caserón de la estancia. La leña de quebracho crepita en el hogar. Arropada
en el amplio poncho de alpaca, Felicitas escucha los relatos de Samuel. Viejas leyendas
de indiadas alzadas, amores furtivos y bravías batallas recorren las tierras de
“San Eugenio”, la propiedad de Sáenz Valiente. Una arrobada Felicitas sigue
meticulosamente las historias que Samuel le cuenta. El recuerdo de Enrique se
disipa. La figura gallarda y segura del estanciero, contrasta con esa
personalidad tan impetuosa y aventurera,
característica de Ocampo, a raíz de la cual ha debido transcurrir tantas vicisitudes.
A través de una
amplia ventana, Samuel, señala un viejo ombú. Con bellas palabras recrea la
trágica historia de Aiké, la princesa tehuelche, y el sargento Palomares, quien
herido en un combate entre blandengues y tehuelches, fue rescatado por su amada
y conducido a través del monte hasta el añoso ombú. Bajo su frondosa copa, los
amantes fueron inmolados por la indiada rebelde sedienta de sangre, jurándose
ambos pasión eterna en la vida y en la muerte.
Mientras Sáenz
Valiente relata, ceba unos mates. El cedrón y la miel entremezclados en la
infusión ayudan a mitigar el frío nocturno. Felicitas, junto al fuego del
hogar, se emociona con aquellas historias de blandengues y tehuelches, guainas
enamoradas y matreros perseguidos. Es que las palabras de Samuel la envuelven,
la transportan a una realidad alejada de sus angustias e incertidumbres.
Recostado sobre el
marco de la ventana, mientras matea, Samuel prosigue con sus historias. La
joven viuda de Álzaga, rememora como horas antes, bajo la copiosa lluvia, el
providencial Saénz Valiente, guió su carruaje hasta “San Eugenio”. Se siente
atraída por su salvador. Su imaginación se tuerce en un mar de sueños y
anhelos, para luego volver a una dichosa realidad entre los besos y caricias del estanciero. La pareja no puede contenerse. Entre ambos estalla un apasionamiento repentino, extraordinario,
arrollador. Es como si los dos hubieran esperado ese instante. Para Felicitas, Álzaga y Ocampo ya no importan. Son anémicos espectros de un pasado que vertiginosamente se
esfuma. Saénz Valiente cree que Felicitas es su real destino y que así está escrito en el camino que trazan las estrellas. Por fin, la fría noche de San Juan, ha comenzado a consumirse en
la pira de la pasión voraz de Felicitas Guerrero y Samuel Saénz Valiente.
ME ENCANTA!!! Y romántica...massss. Relatas permiteme decirlo como Dios, que cosa mas bonita, en ocasiones me paraba porque tenía la boca abierta. Dichosa esa Felicitas y su noche de San Juan.
ResponderEliminarUn besazooooo enorme y muy buen finde.
Hola, gracias amiga!
EliminarGreat posts :)
ResponderEliminarLovely greetz from germany.
xoxo
Ina :*