Blog personal alimentado de reflexiones propias, narraciones reales e historias de la mente humana. La voz de los sin voz
martes, 9 de agosto de 2011
A MODO DE EPÍLOGO (algunas presiciones sobre la leyenda de la Cabeza Viviente)
En siete entregas, presenté una vieja historia del noroeste argentino.
Habiendo investigado un poco, la misma leyenda es conocida tanto en Tupiza como en Tarija, ciudades pertenecientes a la hermana República de Bolivia.
Es evidente que, con variantes, la leyenda forma parte de la cultura del Altiplano.
Mientras que para los habitantes de Humahuaca los hechos suceden de una manera similar a la relatada, la leyenda en Tupiza hubica el suceso en las cercanías del actual río Angostura, mientras que la versión tarijeña lo hace en las orillas del Nuevo Guadalquivir y en las proximidades de las serranías de Sama.
En ambas los dioses incas, los difuntos que vuelven a la vida, la muerte de Pizarro, constituyen un elemento crucial del relato por cuanto no es otra cosa que una advertencia ante la rapiña y el saqueo de las riquezas indígenas por el conquistador sediento de oro y pidras preciosas.
En la versión tupiceña, tal vez más próxima a la narración incaica, la destrucción de los conquistadores se da por la intervención de Illapa, dios del rayo y el trueno. En ella ninguno de los conquistadores sobrevive, ya sea porque caen bajo la férula maldita de la Cabeza Viviente o sucumben al poder de la momia o bien, porque cuando Pizarro los enfrenta Illapa, en castigo, descarga la furia del rayo haciendo desaparecer la alqueria, la que es también sepultada por una avalancha de rocas.
Por su parte, en Tarija, la historia no sólo suma a otros personajes como el caso del fraile Sebastián, sino que concluye con un incendio de proporciones bíblicas que no sólo arrasa con la hacienda de Pizarro sino también el templo aledaño y demás dominios del hidalgo.
La leyenda, en su versión humahuaqueña, dice que tiempo después Doña Isabel volvió a las ruinas de la alquería y encontró la dorada máscara que cubría la cabeza del inca. Con él -prosigue la historia- se realizó la corona de la talla conocida en esa época como Nuestra Señora de Copacabana, que en 1702 pasó allamarse Nuestra Señora de la Candelaria. Dicha Virgen es la patrona de Humahuaca y se encuentra en le templo homónimo, celebrándose su festividad a comienzos del mes de febrero.
Por último, debo hacer notar que, cuando Aimé Tschiffely, junto con sus dos famosos caballos criollos Mancha y Gato, llegó a la quebrada de Humahuaca -en su viaje a Estados Unidos-, contó años más tarde de realizada la imponente travesía una muy antigua historia, que oyó de un coya del lugar: “En los tiempos de nuestros viejos antecesores, vivía en un lado del valle una tribu de indios poderosa y próspera y en las laderas de la montaña opuesta, habíase instalado una tribu igualmente fuerte y bien organizada. La envidia y la ambición los convirtió en enconados enemigos y se libraron entre ambas feroces batallas. El cacique de una tribu tenía un hijo y su enemigo de la otra tribu, una hermosa muchacha. Por las noches solían verse. Pronto despertaron sospechas y un día el padre de la joven envió un mensajero a su rival, amenazándole con ejecutar a su hijo si lo descubría con su hija. En una ocasión fue descubierto, tomado prisionero y conducido ante el enemigo. Este ordenó que lo decapitaran en seguida, orden que se cumplió de inmediato. La cabeza, separada del cuerpo, fue llevada a la muchacha, quien la acarició en un arrebato nervioso. Según cuenta la leyenda, los ojos de la cabeza, aún tibia, se abrieron y dejaron escapar dos lágrimas. Desde entonces ese valle se ha llamado Humahuaca, que quiere decir “cabeza que llora”.
Hasta aquí el epílogo y algunos datos más de esta extraña historia.
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Muy ilustrativa entrada, una leyenda que cambia de escenario pero que siempre defiende al abtiguo morador de estas tierras. Muy bueno. Un abrazo.
ResponderEliminarGosto de lendas e mitos. nenhuma das versões anula as outras; há a Nossa Senhora de Copacabana, você conta. Que interessante!
ResponderEliminarNo Rio de Janeiro tem o bairro CVopacabana, e a Igreja da Candelária, local de um acontecimento terrível, há uns 10 ou 15 anos: meninos de rua foram fusilados sumariamente, alguns sobreviventes contaram esta história. O Brasil ficou em choque.