lunes, 8 de agosto de 2011

LA LEYENDA DE LA CABEZA VIVIENTE (7ma Parte y final)


Traigo esta tarde la última entrega de La Leyenda de la Cabeza Viviente, historia que, como ya he comentado, se enraíza en la tradición oral de Humahuaca, en la provincia de Jujuy (Argentina). Debo indicar que, con un final distinto, la historia también circula en Tupiza y en Tarija, ambas en territorio de Bolivia. Si puedo, subiré un epílogo sobre dicho particular.

Medrano y Jimeno han recorrido la zona del templo sin encontrar nada. Se incrementa el misterio de las campanadas. Comienzan a creer la veracidad de los relatos indígenas.
Súbitamente, el bronce vuelve a tocar y un tumulto se escucha en la alquería. Varios aborígenes salen al encuentro de los dos españoles. Allí, bajando por el cerro, han visto una deformidad, una extraña criatura, avanzando torpemente en dirección a la hacienda.
Mientras los sirvientes de Pizarro organizan una partida a fin de investigar, Doña Isabel clama por ayuda. Tambaleante, la hija de Don Diego, ha logrado alcanzar el patio de la casa. Antes de desvanecerse, en brazos del propio Jimeno, ha mencionado que la cabeza de Yahuar está viva.
Medrano ingresa en la casona. El terror lo invade. En una de las habitaciones encuentra a la testa de Yahuar Huacac. Prodigiosamente, ha vuelvo a vivir. Se ha desprendido de su máscara de oro, dejando ver a los presentes el rostro del Inca, tal como fuera en vida. Profiere unas palabras en el idioma de los Hijos del Sol, mientras en sus ojos se divisa el furor por el sacrilegio cometido.
La voluntad de Medrano flaquea. Una poderosa fuerza pugna por dominarlo. En su lucha desgarradora alcanza a ver con nitidez el cuerpo enjuto de una mujer que avanza hacia él. Sus ojos se cierran. Cae, rendido, a los pies de la espectral figura.
Jimeno y los otros criados ingresan también en la alquería. Están armados y dispuestos a luchar. Recorren la casa. Mientras Jimeno va en busca de su señor Pizarro, al pié de la escalera que conduce a las habitaciones de éste, encuentra a la aterradora figura femenina que avanza llevando consigo la cabeza viva de Yahuar. La reconoce. No titubea. Sabe que aquella mujer momificada es la misma que hallaran en el Nevado del Chañi, dentro de la gruta del Inca.
Jimeno se arrodilla y reza. Aquel cuerpo seco, arrugado y cetrino ha cobrado vida y se ha vuelto hacia el valenciano para ultimarlo. En ese momento, la figura de Pizarro se yergue detrás de Ahuac. Un golpe con la empuñadura de su acero, es suficiente para derribar a la momia. La cabeza viva de Yahuar rueda por el piso.
El viejo hidalgo aún tiene fuerzas para enfrentar a las fuerzas que, a su entender, el Diablo ha enviado. Sus criados vienen en su ayuda y procuran alejarlo de lugar. Mientras, Ahuac ha logrado ponerse en pié. Con paso inseguro, busca la cabeza de quien debe proteger por la eternidad.
En tanto, Medrano y Jimeno han sido rescatados. Sólo tienen algunos golpes y se encuentran confundidos por la situación. Fuera de la casa, Pizarro da la orden de huir. Encomienda a ambos poner a salvo a su hija Isabel. Deberán, sin más, partir a galope rumbo a San Salvador de Jujuy. A costa de su propio sacrificio, él mismo se encargará poner fin de los espíritus que han invadido su casa.
Don Diego siente que la vida ha vuelto a su cuerpo. Se interna en la alquería. Cierra puertas y ventanas. No permitirá que la cabeza de Yahuar y a la momia que la protege huyan. Resuelto, toma una vela y baja hasta el depósito subterráneo. En su lucha con los prosélitos de Ochoa de Zárate, ha guardado suficiente pólvora en él y ha llegado el momento de emplearla. Escucha ruidos. La momia de Ahuac, llevando la cabeza del Inca, desciende hasta donde está el hidalgo. Resuelto, Pizarro enciende la pólvora. La alquería vuela por los aires.
Desde un cerro alejado, Medrano, Jimeno e Isabel, observan perplejos la horrenda escena.

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